No se improvisa con las políticas públicas
Sergio Lehmann Economista jefe Bci
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Sergio Lehmann
Una argumentación pobre y agresiva se ha apoderado del debate para la definición de políticas públicas en los ámbitos de las pensiones, los impuestos y la institucionalidad, entre otros. Ello lleva ineludiblemente a diseños mal fundamentados, que a la larga implican altos costos sociales. En medio de la crisis mundial más profunda en cien años, vemos que esta práctica se ha exacerbado. Enfrentamos períodos difíciles con mayores carencias sociales y pobreza, lo que exige con más urgencia una mirada consensuada y políticas bien articuladas como única salida para una recuperación económica pronta y sólida.
Hemos sido testigos de cómo se han adoptado políticas que no necesariamente desea la mayoría de las personas o que no se sustentan correctamente en términos técnicos. Timur Kuran, profesor de la Universidad de Yale, señala que la presión social de un grupo lleva a que algunas personas digan creer en postulados que no necesariamente comparten. Cuando se trata de aquellos que están diseñando y definiendo el marco de políticas públicas, esto lleva ineludiblemente a un deterioro en la calidad de las mismas, lo que acarrea enormes costos en materia de bienestar y desarrollo.
Para entender este fenómeno, Clara Foces de The Times identifica distintos fenómenos que se observan globalmente y que nos están llevando por este camino. Destaca el rol que están jugando las redes sociales, que permiten de forma simplificada, anónima y muchas veces agresiva, servir de plataforma con una alta resonancia para planteamientos errados. Señala, además, que se ha establecido como hábito a nivel global una polarización especialmente perniciosa, que ha llevado a calificar como enemigo y tratar con hostilidad a aquel que piensa diferente. Finalmente, destaca que frente a un escenario altamente complejo como el actual, algunos actores sociales se refugian en la simplicidad, argumentando ideas sin profundidad académica para participar en una suerte de guerra cultural.
Es fundamental para sobrellevar este escenario —que nos lleva por una senda resbaladiza y de peligrosas curvas— que dejemos de mirar el corto plazo. Las medidas populistas pueden generar impactos inmediatos, pero que a la larga terminan dañando a quien se busca beneficiar. Es fundamental para el buen diseño de políticas elevar la calidad del debate y analizar los efectos con expertos. En la última década, América Latina ha alcanzado el triste récord de ser la región que menos crece en el mundo. Ello se asocia directamente a la improvisación y mal diseño de políticas. Chile se ha diferenciado de ese camino, pero corremos el riesgo de caer en este mismo pecado. No podemos permitirnos tal barbaridad.
En lo próximo, enfrentamos el enorme desafío de recuperar el crecimiento económico y, al mismo tiempo, responder a las inmensas urgencias sociales que nos va a dejar la crisis. La tasa de desempleo alcanzará cifras altas y la pobreza se incrementará. Bajo ese contexto, es clave entregar incentivos para que las empresas generen empleo, de forma de promover un círculo virtuoso enganchado con el mayor consumo que ello deriva. Para efectos de incrementar la inversión, más allá del rol fundamental que jugará el sector público, es central entregar señales de estabilidad y confianza. La recuperación económica, entonces, se fundamenta en políticas públicas bien diseñadas y consensuadas. No podemos caer en una lógica de trincheras, ausencia de diálogo y menosprecio por la argumentación técnica que conllevan un alto costo social.